lunes, 19 de octubre de 2015

¿Limitas o empujas?


Conocí a Carmen en un curso de formación. Congeniamos de inmediato, nuestras sonrisas se encontraron y siempre buscábamos cinco minutos para charlar antes de que nuestro formador comenzara la sesión. Me había contado retazos de su vida en pequeños capítulos. Se mostraba frágil, dubitativa, miedosa, débil, insegura…decía estar buscando la manera de cambiar su vida…un pequeño desastre según sus palabras, que no la satisfacían.

Carmen, aquella chica dulce y tierna, era bastante consciente de sus debilidades y fracasos…no vislumbraba sin embargo ninguna fortaleza…pero lo que parecía tener claro era que una de las amenazas de su vida había sido su propia madre. Ella describía a su progenitora como una persona bondadosa, muy en el fondo de su ser…su madre había sido buena persona y había procurado toda su vida que nada faltara a sus hijos. Pero al mismo tiempo, aquella madre se había pasado la mayor parte del tiempo de crianza de sus hijos...enferma, quejosa y lo que fue peor…triste…infeliz…inconforme con la vida que le había tocado vivir. Carmen no sabía muy bien si su madre se había inventado sus propias enfermedades o si ella misma las había creado…el caso es que casi desde pequeña se vio en la necesidad de prescindir de lo que ella calificaba como una madre “normal” y se había tenido que acostumbrar al hecho de que un día sí y otro también…se toparía al volver a casa con una madre gruñona aunque fuera casi siempre en silencio…pero al fin y al cabo, gruñona en potencia. 

Carmen no había tenido según sus palabras una infancia fácil, pero tampoco le fue bien en su etapa adulta. Llevaba casi ocho años viviendo sola en su casa con una hija a la que adoraba y luchaba por no repetir el patrón que ella había mamado. Se maltrataba a sí misma diciendo que era una calamidad…que se proponía muchas cosas pero que no era capaz de cumplirlas. Que no podía ni siquiera invitar a nadie a su casa por lo desordenada que era…no quería compartir aquel caos doméstico con nadie y prefería lamentarse de sus errores antes que subsanarlos…ya que no se veía con la suficiente determinación para poder hacerlo, para poder hacer un “borrón y cuenta nueva” y empezar a sujetar con firmeza las riendas de su vida.

Así que, se dedicaba a contemplar y admirar a las personas que ella calificaba como “valientes” y “decididas"…o por lo menos a los seres humanos que ella clasificaba como autónomos e independientes y repetía que quisiera ser como aquellas personas que agarraban al toro por los cuernos y se enfrentaban a las adversidades con tesón, con energía y con responsabilidad. Llegó a la conclusión de que parte de lo que le sucedía era responsabilidad suya, pero le faltaba voluntad para dar un giro a una vida gris cuyo reflejo en el propio espejo de su alma se veía muy fea…siempre caía en el abismo del “yo no puedo ser como ellos” y la espiral de la constante negatividad la terminaba engullendo hasta hacerla desaparecer del mapa. A veces resurgía para hacer amago de un intento de supervivencia…pero volvía al mundo oscuro que al fin y al cabo se había convertido en su zona de confort, un mundo subterráneo donde podía refugiarse para que nadie le hiciera daño…uno de sus grandes temores…una angustia que había grabado en su mente hasta el punto de sentirse esclava de una realidad contradictoria…en su búsqueda por sentirse abrazada por quien la amara, pero en el intento de mantener su escudo en alto para que nadie entrara demasiado profundo en su existencia…para no tener que vivir ningún dolor, no al menos si ella podía evitarlo ya que se explayaba conmigo de que el sufrimiento que padecía ya casi colmaba su copa y no podía permitirse el lujo de añadir una sola gota de angustia porque se arriesgaba a perder el poco control que le quedaba.

La historia de Carmen me recordó una artista francesa llamada Louise Bourgeois. Puede que no la conozcas por su nombre, pero quizás te sea familiar alguna de sus obras…como la Maman o araña gigante que se exhibe al lado del museo Guggenheim de Bilbao. Si la has visto seguro que no te habrá dejado indiferente…una araña de bronce, mármol y acero inoxidable de casi nueve metros de altura que dicen que la escultora, pintora y dibujante...esculpió en homenaje a su propia madre. Su obra titulada Maman (mamá) simboliza de alguna manera la sobreprotección ejercida por su madre como “la araña que teje el nido”…donde sus hijos se crían y están libres de peligros. Pero también se podría decir que las mismas patas de la araña se asemejan a arcos góticos que podrían funcionar como jaula o guarida protectora de una bolsa llena de huevos que están pegados a su abdomen.

Madre protectora…y depredadora al mismo tiempo…araña que utiliza la seda para fabricar el capullo como para cazar a su presa…una araña que provoca miedo por su inmensidad…pero al mismo tiempo transmite vulnerabilidad al estar equilibrada sobre unas patas ligeras…que parece que pueden caer y romperse en pedazos.

Todo esto me da que pensar…me lleva a recordar que nosotros mismos fuimos condicionados por nuestros padres y la historia se repite con nuestros hijos. Los mensajes que recibimos de nuestros padres tuvieron mucha influencia en nosotros, puede que aún la sigan teniendo…así como los mensajes que lanzamos nosotros sobre los niños…ya que ellos al ser pequeños lo tragan todo. No te digo que haya mala intención detrás de las palabras que emitimos. Siempre he pensado que la mayoría de los padres actúan pensando que lo hacen por el bien suyo y el de sus hijos, aún a riesgo de equivocarse. Nadie dijo que tuviéramos que ser perfectos, piensa que nosotros mismos aprendemos cada día y nos enriquecemos en la tarea de educar…pero hoy quisiera además pedirte que busques aquellos mensajes que escuchaste de niño que pudieron limitarte como “cuidado con quien tratas” o cualquier etiqueta que te pudieron colocar…así como aquellas palabras alentadoras que pudieron dedicarte…palabras que te dieron alas para violar alto y llenarte de entusiasmo para conseguir tus propios objetivos. ¿Con qué mensajes pudieron limitarte? ¿Y con cuáles pudieron empujarte?

Y tú…¿limitas o empujas?

Te invito a que lo revises si tú quieres, te invito a que intentes diferenciar entre lo que “ves” y puedes afirmar porque es una realidad y un hecho en el que estaremos de acuerdo porque es constatable y lo que imaginas…lo que VEO y lo que IMAGINO, sujeto a mi interpretación y mi propia visión…una creación propia y una creencia personal que no tiene porque ser cierta.

Que tú lleves un pañuelo anudado a tu cuello, no significa que tengas frío…que lleves un semblante serio no implica que estés enfadado…que tu hijo tenga un comportamiento agresivo alguna vez no significa que sea una persona agresiva…Las interpretaciones que hacemos sobre nuestros hijos desde la perspectiva de padres, construyen a veces conceptos y etiquetas que a su vez construyen realidades que moldean de algún modo a nuestros hijos. El lenguaje crea realidades…es creador en si mismo. Hay palabras que matan y hieren y otras que sanan y liberan…mensajes que limitan y paralizan y otros que motivan. Nuestros niños, no tienen mucha capacidad para filtrar la información que reciben y las interpretaciones que les obsequiamos son absorbidas por ellos de manera que apoyan su desarrollo personal y sus creencias en lo que escuchan cada día.

Aquellos mensajes que tú escuchaste cuando eras niño ya fueron dichos…ya hicieron su trabajo y a lo mejor o a lo peor dejaron un poso importante en ti. Puede que quizás hayas utilizado tú alguno…pero ya sabes que siempre estamos a tiempo para pensar…para reflexionar y mejorar.  Nada está perdido si tratamos al menos de ser conscientes de que sí que podemos hacerlo…de que lo que puede funcionar sea tratar a nuestros niños como importantes huéspedes de una civilización desconocida en la que desconocen algunas cosas…pero están ansiosos por conocer. 

Te lanzo mi propuesta para que pienses si quieres en...

…cómo miras a tus hijos...
…qué etiquetas o conceptos construyes…
…cómo miras tú mismo la realidad, el mundo, la vida…¿llena de peligros o llena de oportunidades?
…cómo valoras las situaciones cotidianas…¿ves la botella medio vacía o medio llena?
…cuáles son tus creencias e interpretaciones...

…para que puedas pensar en si limitas o empujas…o si equilibras las dos cosas.

lunes, 12 de octubre de 2015

Vindictae


Leía hace poco una especie de microcuento que decía que un mono vio un pez en el agua y lo sacó pensando que le salvaba la vida. El pez evidentemente murió. Por eso y de inmediato,  pensé lo importante que es entender el mundo del otro. ¡Qué difícil resulta convivir con alguien sin comprenderlo!

La vida es relación…nosotros somos relación…dar y tomar o tomar y dar. Me viene a la mente la palabra empatía. Algunos dicen que se trata de ponerse en el lugar del otro…no me parece una definición incorrecta, sino más bien insuficiente. Podemos mirar en diversas enciclopedias la definición de esta palabra tan utilizada…”empatía es conectar con el estado emocional del otro…mental y afectivamente”…”empatía es la capacidad de sentir cómo se encuentra el otro”…”empatía es la habilidad de comprender los problemas, sentimientos y necesidades del otro”…

Busco la etimologia de esta palabra, tan utilizada en muchos de los textos que nos toca leer, tan reclamada en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Descubro que proviene del Griego…en (dentro)…patia (sufrimiento, dolor)…”dentro del sufrimiento”. Sigo leyendo, me encuentro con un escrito que me informa que un maestro llamado Martin Hoffman habla de que un niño llora si escucha el llanto de otro niño, no lo hace sin embargo cuando los llantos provienen de una simulación hecha en el ordenador. Por lo tanto, la empatía del niño no es imitación ni reflejo, sino el sufrimiento causado por un llanto verdadero. Me invade la memoria un pensamiento, más bien un recuerdo, una fotografía con vida que me tocó ver…que reflejaba un contagio terrible entre dos hermanos gemelos en su etapa de Guardería. Uno de ellos absolutamente adaptado, el otro que no conseguía acostumbrarse a su etapa preescolar, que no paraba de llorar y llorar porque quería volver a encontrar la seguridad en brazos de su madre. Uno de aquellos niños era arrastrado irremediablemente por el otro que no podía calmar su angustia y la historia terminaba con dos niños que se miraban como “corderitos degollados”…uno de ellos sufriendo sus miedos y el otro seguramente solidarizándose con su hermano.

Me pregunto...¿Nacemos entonces empáticos?…¿es algo que debemos desarrollar? A lo mejor será que partimos de una empatía inconsciente que se desarrolla y se va haciendo consciente con el paso de los años. 

En opinión de Hoffman, maestro que te citaba antes, «es la empatía hacia las posibles victimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía es, en última instancia, el fundamento de la comunicación.

Comprender…compartir…compadecerse…ayudar…encontrarse…comunicar…todo lo contrario que vengarse. VINDICTAE...

Venganza…esa especie de mecanismo de defensa con la que puedes asegurarte de que no se vulnerarán nuevamente tus derechos como ser humanoesa actitud de defensa para asegurarte que no sufrirás más daños…ante una situación que consideras injusta. Otra historia de tantas que se instala en mi mente…El terrible relato de Ane, cuando descubrió que su amiga le había arrebatado a su chico…adolescentes todos, personas que habían sido calificadas como “normales” antes de que sucediera aquello. Lo único que Ane deseaba era causar un dolor a su amiga, ella lo llamó justicia…pero en realidad era una crueldad que escondía su odio y rencor…no quería resarcir el daño que ella había sentido en su piel y corazón…sino hacerle un daño intencionado a la que había sido amiga suya. Ane se sentía víctima en manos de un verdugo que sólo existía en su imaginación…pero quería que la sangre corriera…porque creyó que se sentiría mejor y que el dolor de la que le había usurpado al chico que ella le gustaba aliviaría su propio sufrimiento. Por eso entró en casa de la “ladrona” y rompió las fotos que ella conservaba de su padre…fallecido meses atrás. La despojó de los únicos recuerdos que poseía de su progenitor…hiriéndola de muerte…le lanzó la flecha directa al corazón.

Siempre nos preguntamos por qué ante situaciones similares las personas actuamos de formas diferentes. Ane no pudo con su rabia, habría que retroceder hasta su infancia y ver si su hostilidad era producto de no haber sabido interiorizar la necesitad de auto regularse y controlarse, puede que nadie le mostrara como hacerlo. La pregunta que te hago a ti es si tú podrás sentir empatía por las dos protagonistas de la historia por igual, Ane y su víctima…o si por el contrario tu rabia también se enciende y apoyarías una respuesta implacable contra la “agresora”. ¿Qué me dices? ¿Cómo te quedas con esto? ¿Acaso no nos encanto a ti y a mi, la escena de la película “Gladiator”...cuando Máximo El Gladiador se levantó la máscara ante el malvado emperador en la arena, y le dijo que alcanzaría su venganza? ¿Cuántas secuencias impregnadas de venganza observan nuestros hijos?

El mundo rebosa violencia, odio, venganzas y agresiones y nuestros niños son testigos directos de ello…por lo tanto, el mundo nos enseña desde pequeños que la venganza es una respuesta ante un insulto u ofensa…y la sociedad está llena de modelos de esa herramienta llamada venganza. Salirnos de este camino de defensa es un aprendizaje de empatía y perdón. Volvemos a la EMPATÍA. ¿Sabes? No somos perfectos…ni debemos serlo, es más, no podemos serlo…aceptemos que somos seres limitados pero intentémoslo…eduquemos a los niños, dando un claro ejemplo de que nosotros mismos, como adultos que somos, poseemos la capacidad de recordar de que a veces el dolor y el odio suelen ir fusionados y lo que nos cura es “depurarnos" de esta toxicidad. La venganza es un error, es un sentimiento generado por la presunción de que se ha cometido una injusticia…un abuso…y se venga aquel que se considera una víctima. Pero, déjame que vayamos un paso más allá...pensar en vengarnos es pensar en el victimario. No podremos quizás empatizar con él, pero ¿debemos tenerlo presente? ¿debemos mantenerlo vivo? ¿dejar que la herida siga sangrando? ¿permitir que nos siga doliendo? Quizás estamos permitiendo que el pasado anule nuestro presente y que nos impida disfrutarlo. El costo afectivo me parece demasiado alto, creo que no merece la pena. 

Si bien nos sacude por dentro leer o escuchar una historia con esencia vengativa entre adultos…nos derrumba saber que puede haber niños con tendencias a “tomarse la justicia por su mano”. Así como Ane, las personas vengativas, experimentan una inestabilidad de ánimo y una enorme sensibilidad a los acontecimientos adversos. Tienen una limitada predisposición a sentirse ofendidas y enfadadas. Suelen tener conflictos con sus compañeros y dificultades para la cercanía en las relaciones. Tienen tendencia a la rumiación sobre las ofensas con la intención de tenerlas bien presentes…y meditan constantemente sobre estas…para que no se les olviden. Y mientras tanto…algo les carcome el alma y se la hace pedazos.

Al fin y al cabo…son personas con dificultades para perdonar y más allá de sentirse aliviadas cuando se vengan, sienten que su dolor se perpetúa. Nuestro mejor trabajo con nuestros niños está en ayudarles a eliminar el percibir todo lo relacionado con quien consideran dañino para sus vidas, educarlos a relacionarse con los demás de una manera sana, fortalecer sus autoestima y conseguir un contacto cero mental, que implica que sepan dejar marchar todo pensamiento negativo que siga alimentando sus ganas de venganza.

Seguro que es mucho mejor ayudarles a gestionar su rabia…que se pregunten si su reacción ante lo que consideran una amenaza no es excesivamente intensa…que aprendan a respirar y calmarse y que puedan siempre verbalizar su enfado…que lo describan, lo expresen si hace falta, sugieran posibles vías de solución y anoten las consecuencias. Al fin y al cabo…está en tus manos y las mías arrastrarlos con nuestro buen ejemplo.


Ya sabes…entre tú y yo…sigo luchando por colaborar con el objetivo de dejarles a ellos un mundo un poquito mejor. ¿Te vienes?

lunes, 5 de octubre de 2015

¡No quiero estudiar!


Me encontré con ella…una mujer entrada en años...con hijos ya mayores...autónomos e independientes. Una mujer luchadora, dinámica y activa pese a sus siete décadas…madre ella,  que había decidido vivir por y para sus hijos, olvidándose incluso de sí misma. Su objetivo además de que sus retoños encontraran la felicidad, siempre fue que ellos estudiaran…se labraran un futuro, para que les fuera posible obtener un empleo y pudieran ganarse la vida. Siempre tuvo la sensación de no haber alcanzado todos sus objetivos con el menor de sus hijos...que si bien había encontrado un buen trabajo, nunca quiso estudiar.

El día en el que tropecé con ella, reflejaba en su rostro una mezcla de sorpresa y satisfacción. Me saludó con su habitual sonrisa...pintada en un rostro dulce…su bella cara que contaba la historia de una mujer que había trabajado duro...y lo seguía haciendo. Me contó que su hijo recientemente había aprobado su acceso a la universidad...casi veinte años más tarde de lo que ella habría querido...pero celebraba que por fin aquel hijo hubiera decidido lanzarse al mundo universitario. Él había escogido la carrera de historia a sus cuarenta primaveras...iba a ponerse a estudiar, aquel hijo que tantos quebraderos de cabeza le había dado años atrás, aquel hijo tranquilo y sosegado, dócil y obediente que en silencio se negó a "hincar codos” cuando era niño, que volaba en su propio mundo cada vez que cualquier maestra trataba de explicarle algo en el aula, que parecía que escuchaba pero en realidad lo que hacía era resignarse a estar presente...casi sólo de cuerpo...ya que su mente se ausentaba buscando otras historias que le proporcionaran entusiasmo.

Obligarlo a estudiar cuando era un chico fue un empeño abocado al fracaso…él no sabía disimular por entonces su falta de interés, me consta que sigue sin poder esconder lo que siente, ni para complacer a los demás ni siquiera para que la vida se le haga menos complicada. En todo caso siempre mostró un alto interés por sus libros, por su música…y fue fiel a ellos, compañeros de viaje de los cuales no podía despegarse. Resolvía crucigramas y sopas de letras como nadie y respondía preguntas complejas de algunos programas de televisión, como ningún otro miembro de la familia...preguntas un poco complejas para el resto. Podía narrar al resto de la familia cualquier historia que previamente se había encontrado en alguna de las páginas que visitaba…y se lucía con su verborrea aunque después tuviera que recordar que su maestra indicara en el boletín de las notas de cualquier final de trimestre que él presentaba dificultades de comprensión lectora. ¡Qué poco lo habían conocido en la escuela! Era consciente de que pocos niños que lo acompañaban en las aulas podían tragar las letras e interpretarlas tan bien como él lo hacía…pero algún día alguien se daría cuenta de que le resultaba imposible concentrar su atención en la oratoria de sus maestros, tampoco pretendía hacerlo, no se había planteado fijar su pensamiento en lo que se decía en el aula para tratar de comprenderlo…y al no conseguirlo, le resultaba complicado enterarse de nada.

De alguna manera…llegó el interés por el estudio a su vida…el estudio en términos oficiales, ya que él sabía perfectamente que jamás había dejado de aprender, si bien lo había hecho por su cuenta. Fue un excluído del sistema, no culpaba a nadie…entendía que la responsabilidad había sido suya y que no había sentido ninguna motivación para luchar por ser parte de la rueda…por eso no giraba al mismo compás que algunos de sus compañeros…que reconocían a escondidas que no entendían para qué les servía todo lo que les intentaban meter en sus cabezas en la escuela. Ellos decidieron resignarse y entrar “al trapo”, mientras que él fue considerado “un caso perdido”…un niño con un problema de comprensión que se leía tomos enteros de libros que incluso alguno de sus docentes ni conocía…pero eso no contaba, eso era un punto y aparte.

Aquella madre había entendido el significado de la frase “nunca es tarde…si la dicha es buena” y estaba orgullosa de que su hijo se hubiera dejado seducir por la llama de la motivación, aunque su vida estuviera destinada a verlo cumplir cada día ante una cadena de producción en una empresa…había llegado el momento para hacerlo…para ponerse a estudiar y demostrar al mundo que era tan capaz como cualquiera.

No sé si conoces a alguien que haya expresado su intención clara de no estudiar…puede que lo haya hecho en silencio y haya pasado inadvertido en tu vida. Te diré que desde mi experiencia docente…pienso que los niños que “no quieren”, son los más difíciles…son los que más impotencia nos hacen sentir, ya que en la mayoría de los casos descubrimos que a pesar de que su nivel de cognición es alto…se niegan a ceder ante las exigencias escolares…ni tienen intención, ni vehemencia…mucho menos perseverancia. La intención es lo primero que necesitan para cualquier disciplina, la vehemencia o entusiasmo es lo que podría proporcionarles ganas de seguir adelante y la perseverancia seguramente les ayudaría a crear un hábito…pero ¡nada que ver! Sus objetivos…lejos están de parecerse a los que son determinados por los que dictan los estándares de la escuela.

Muchos son los padres y madres que ven cómo sus hijos no cumplen con sus expectativas y el viaje del aprendizaje se convierte en una tortura insana y poco productiva por el estrés que conlleva manejar los sentimientos y emociones de unos y de otros. En todo caso, creo que el punto de partida para poder comenzar a trabajar con estos niños es investigar si estamos ante vasijas que están boca a abajo, si son vasijas con algún agujero  o vasijas que contienen veneno. Un recipiente que está boca abajo, siempre estará vacío…y uno perforado, dejará que se escape el contenido. En el peor de los casos, tendremos que lidiar con un recipiente que contenga veneno…que contamine así mismo el agua. Si aclaramos nuestras motivaciones y las de ellos, habremos comenzado a sujetar las riendas para poder poner la vasija boca arriba y abierta a experiencias...dispuesta a contener diferentes aprendizajes. Insisto en que nada se logra sin la intención de hacerlo…pero debemos añadir a esta intención una dosis de entusiasmo y una práctica continua que asegure la duración de cualquier acción. Es por esto que no está de sobra enseñar a los niños a “usar la mente para aplastar a la mente” y prepararlos mentalmente para hacer algo que no les guste demasiado…aunque sé que es muy complejo, ya que en este punto entran en juego las emociones y debemos educarlos para que las gestionen adecuadamente. Y acercarse a las emociones a veces duele…y la escasa madurez atencional y emocional impide que los niños presten atención a emociones “difíciles”.

Habla y escucha a ese hijo que te expresa que “no quiere estudiar” y averigua qué es lo que le pasa…abre los ojos…nadie conoce como tú a ese ser a quien diste la vida. Interésate por todo aquello que le guste…recuerda que la disciplina jamás está reñida con el afecto…ni con el diálogo. Siempre podréis llegar a soluciones pactadas y cuando tengas la clave...

…hazlo sencillo. Ayúdale a simplificar. A menudo ven los estudios como algo mucho más complejo de lo que en realidad es. Recuerda que hay magos que salen a escena con muy pocos elementos…y sin embargo son capaces de dejar perplejos a los espectadores.

Hazlo divertido. Quizás necesite comer algo o descansar antes de ponerse a estudiar…o puede que necesite algún estímulo que le ayude a mantener una actitud más positiva. Cuando los agotamos en la consecución explícita de logros, resulta difícil asumir una actitud mental clara y no reactiva para alcanzar sus objetivos…y también dejan de divertirse.

No pierdas el sentido del humor. Recuerda que cuando lo pierdes, las cosas dejan de tener gracia.

Respecto a ti…mamá…papá…encuentra un sistema de apoyo que te acompañe a lo largo del proceso. Siempre puedes conectar con personas que estén en tu misma situación. Avanza con cuidado cuando los niños hablen de emociones dolorosas y no tengas miedo a pedir ayuda a algún profesional si algo te inquieta.



Sé que quieres lo mejor para ellos…y siempre haces lo que crees que es mejor para conseguirlo.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Un NO…que es casi un SÍ


¡Cuantas veces tengo la sensación de que nuestro interior nos dicta un NO y terminamos balbuceando un SÍ…trabado entre los dientes por no batallar! Sinceramente creo que es algo que como docente y madre tendríamos que enseñar a nuestros niños…”UN NO…ES UN NO”…y lo es para todo el mundo…lo es para ti cuando te lo dicen y lo es para los demás cuando tú sacas la tarjeta roja del NO.
Leía en la prensa la semana pasada, que aquí donde yo vivo...repartirán guías, pegatinas y chapas con el fin de invitar a los jóvenes a adoptar una actitud activa frente a las agresiones. El mensaje está claro…”NO ES NO. Insistir es acosar. Acosar es agredir”. En el artículo titulado “Por unas fiestas sin violencia sexista” se nos recordaba que la mezcla de alcohol y el desenfreno no siempre tienen buen final y no es justo que haya quien tenga que pagar sus consecuencias…soportando una situación de temor ante una posible agresión, faltas de respeto, juicios o insultos. Aún hay quien no entiende el significado del NO y sigue alimentando una epidemia global que lastima y perjudica.

Y hoy es lunes…28 de septiembre. Sé que puede que nada te diga esta fecha, sé que puede que sea un lunes cualquiera para ti…parecido al anterior, un lunes que en tu caso abre una semana intensa…o a lo mejor no tanto. ¿Sabes? Para mi es distinto, déjame que te cuente por qué.

Hoy comienzan las fiestas patronales, tres días de ajetreo constante…tamborrada, cohetes, música…exceso de ruidos y luces...llanto de algunos niños que nunca tienen suficientes vueltas en las ferias y quieren más…alegría de otros que ya tuvieron bastante…cuadrillas de jóvenes ilusionados con planes de exprimir hasta el último día…con sus respectivas noches…pañuelos que abrigan los cuellos de quienes desean lucir un adorno festivalero…zapatillas deportivas que caminan a las órdenes de quien se dispone a recorrer las calles con ánimo de no perderse hasta el último detalle…teléfonos que suenan sin parar y disparan incansablemente sus flashes…ávidos de captar el momento para lucirlo en Instagram…bares que esperan con sus cámaras repletas de...

Quiero dejar de pensarlo…tengo que lograrlo…llevo días escuchando a otros padres y madres que viven con la preocupación pegada al alma…que están deseando que pase el huracán de estas fiestas…que cruzan los dedos para que todo transcurra con normalidad. Hablan de bebidas nuevas…modas que no conocemos…costumbres adquiridas que no podemos ni imaginar…porque ya no formamos parte de la tribu, porque ya se nos pasó aquella fiebre de juventud, ya no vamos a poder infiltrarnos entre ellos porque no van a permitirlo, ellos manejan un código que no nos pertenece, conocen el lenguaje de la calle del que estamos distanciados. En todo caso te van a contar lo que quieran contarte…y no te queda más que fiarte, tragar y tirar para adelante…cuidándolos desde la distancia, recibiéndolos con alivio cuando abren la puerta y agradeciendo que les fuera bien…alegrándote incluso de que se divirtieran de manera sana y natural…al igual que lo hiciste tú.

Pero esa voz…esa película que pasa por tu mente...de lo que fue cuando tenías tú el turno…imágenes de lo que viviste hace ya algunos años…fotografías divertidas de tu adolescencia y juventud. Y otra vez la voz que no cesa que no para de susurrarte y te narra...

…tú que viviste las fiestas años atrás en el centro del tornado…que te sentías incomprendida por los adultos, por tus padres, que mirando sus relojes cuando llegabas a casa, te preguntaban qué era lo que podías hacer hasta aquellas horas…altas horas de la madrugada…cuando en lo mejor de la fiesta tenías que marcharte para llegar, para meterte entre sábanas y descansar…tú que alguna vez también sentiste un cosquilleo cuando un petardo anunciaba que comenzaba la aventura…tú que ahora miras los toros desde la barrera…tú que ves que comienzas a comprender lo que sentían tus padres cuando miraban una y otra vez tu habitación…inerte por tu ausencia…una cama y un colchón frío y vacío que te echaba de menos.

…tú y tus circunstancias…experiencias vividas en tu pasado, parece que fue ayer y sin embargo ha llovido tanto desde entonces…y ahora mírate…mírate en el espejo…sonríes recordando alguna anécdota…alguna travesura inofensiva con la que te lo pasaste en grande y ahora eres tú…la misma pero con una manta en el sofá…esperando a quien tomó tu relevo…aquel a quien tuviste en tu vientre…aquel a quien protegiste tantas veces…aquel a quien mirabas cuando dormía en su cama…aquel que te falta porque ha encontrado quehaceres mejores y más interesantes que acompañarte…que está viviendo su momento de euforia…aquel que esperas que llegue en buenas condiciones…de la misma manera en la que atravesó la puerta tras pronunciar un hasta luego…ÉL…a quien vas a esperar...

Él…a quien tanto has hablado…a quien amas profundamente…desde tus entrañas…a quien quisieras que jamás le sucediera nada que pudiera perjudicarle…a quien trataste de educar lo mejor que supiste y pudiste…ÉL…que sabes que te quiere…pero que te pide que sueltes amarras…que te dice que deposites tu confianza en su buen hacer…que tiene pocas batallas a sus espaldas y muchas otras que librar por su cuenta…donde tú ya no dominas territorio. Él…que hambriento de vivencias…osado en esencia…creyente de que nada puede con su fortaleza y a quien tú aún ves como presa fácil…tú y tu instinto maternal, o paternal…tu mente adulta que quisiera controlarlo todo y al mismo tiempo es consciente de que hay cosas que se le escapan entre sombras y neblinas…tú que necesitas creer que todo lo que le has transmitido haya calado en él. Y en verdad confías en él…porque se lo ha ganado a pulso…pero tienes esa manía de olisquear el peligro en el aire…y alimentar tus miedos.

Ellos…los de fuera…los que hacen posible que lo prohibido esté al alcance…al alcance de todos, pero a ti quien te importa es ÉL, una vez más…ÉL, ese que esperas que no se tuerza por mostrarse vulnerable…a pesar de que esté en edad de poder hacerlo…

Tú otra vez…recordando que eres tú misma la que decide depositar algunos billetes en su mano alargada…consciente de que quizás los malgastará en lo que le dices que NO…pero que es consentido en silencio indirectamente…tú…que no quieres criarlo en un mundo apartado del mundo real al que decidiste traerlo y por eso sigues ciertos cánones establecidos por los demás…de los que también formas parte…No lo haces siempre…pero a veces cedes, aún cuando no te convence del todo. Pero te planteaste no ser intransigente ni rígida y terminas dando paso. Has negociado la hora de vuelta…al menos puedes hacerlo todavía…pero a él...no lo vas a ver mientras permanezca fuera de tu campo de visión...

Y...¿qué puedes hacer? te preguntas mientras miras el reloj…deseando de que las agujas corran lo más rápido que puedan y arañen el tiempo que falta para que puedas exhalar el aire que llevas contenido…tú…con tus miedos, con el discurso interno que te dicta lo que debes sentir…con ese parloteo interior con el que luchas cuando te martillea con palabras que te agitan por dentro…TÚ…que sabes que a veces lo que debería ser NO…es casi un SÍ porque de alguna manera lo consientes. Nadie que conozca va a quejarse a los bares en los que puede servirse cualquier cosa por ley prohibida…nadie se atreve por vergüenza…por miedo a sentase rechazado hasta por sus propios hijos…por miedo a represalias contra su persona o lo que es peor…por temor a que sea su propio hijo quien tenga que pagar la cuota.



Solo te cabe esperar…que ÉL tenga presente que el “NO es NO”, y que sepa pronunciarlo ante quien sea…se mofe o se ría de él…y que se haga respetar por quien convierte los NO en SÍ.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Les falta el aire...


Les falta el aire…porque ya desde pequeños son dominados por sus agendas…repletas de actividades extraescolares que persiguen prepararlos para un futuro brillante.

Les falta el aire…porque deben correr en contra de las agujas del reloj, para llegar puntuales a sus citas cotidianas con sus respectivas exigencias que los ahogan.

Les falta el aire…porque su jornada no termina una vez que suena el timbre del colegio y deben correr una maratón diaria que los agota y estresa.

Les falta el aire…por falta de tiempo para respirar.

Recuerdo que cuando era pequeña, terminaba el colegio y me marchaba a jugar a la calle con mis amigas y vecinos del barrio…hasta que llegara la hora de hacer la tarea y de cenar…antes de acostarme y descansar. Parece que las costumbres han cambiado…y cada vez son más los niños que tras terminar la jornada en la escuela, deben merendar a toda velocidad…sobre la marcha o dentro del vehículo que los lleva a todo correr a cualquier otro sitio donde deben seguir acumulando conocimiento sobre otras materias complementarias. Eso…cuando no deben engullir sus meriendas mientras se cambian de ropa…o quizás prescindir del bocadillo por no poder rascar unos cuantos minutos al día.

La cuestión es que hace algunos días me encontré con que Nora, una niña de once años, no podía cuadrar su agenda con sus compañeros para hacer un trabajo grupal…sus horarios no casaban con los horarios del resto…ocupados también por sus obligaciones. Otra compañera de trabajo, me hablaba de Ane, que lloraba angustiada…una niña de catorce años que comenzaba a verle las orejas al lobo al comienzo de curso…¡cómo será su final! Una niña que se daba cuenta que las exigencias del colegio iban en aumento y sus cinco actividades extraescolares le impedían realizar las tareas…por otra parte ineludibles…que sus maestros comenzaban a demandarle. Y yo pensaba…¿por qué nos lo cuentan a los docentes? ¿Somos los maestros quienes debemos adaptarnos a los ritmos estrepitosos impuestos a estos pobres niños? No sé si no se atreven a plantear sus problemas en casa o si por el contrario ya lo han hecho y buscan su consuelo en nosotros. No sé si lo que buscan es que los tratemos de forma diferente y les exijamos menos en el colegio para que puedan responder a sus tareas complementarias…no sé qué va a ser de ellos, la verdad no lo sé.

Cada vez más niños se quejan de que "no llegan” a todo. Algunos padres comentan que prefieren que sus hijos hagan otras cosas más provechosas que ver la televisión o jugar en el parque con sus amigos…otros padres repiten que “el saber no ocupa lugar” y que cuantas más cosas hagan mejor estarán preparados para el futuro…ese futuro tan negro en el que presumen que sus hijos deberán competir para hacerse un hueco en el mundo laboral…hay padres que confiesan claramente que deben apuntar a sus hijos en diversas actividades porque ellos no pueden atenderlos y se ven obligados a enviarlos a escuelas de música…pintura o a entrenamientos de diversos deportes, ya que hacerlo, les soluciona la vida…porque los adultos no pueden estar con sus hijos al verse desprovistos de su tiempo por tener obligaciones profesionales y tampoco tienen a nadie que los atienda. También hay padres que aseguran que son sus propios hijos quienes exigen que los apunten a clases extraescolares, porque sus amigos también van y quieren pasar su tiempo libre con ellos…aunque sea en un contexto regulado por otros adultos, por monitores formados para ello.

La pregunta es si verdaderamente “jugar” es perder el tiempo…si eso de “saber no ocupa lugar” no es del todo cierto y que el exceso de información y actividad no hace más que saturar a los niños…empachándolos absolutamente y llenando sus “discos duros” hasta casi quemar los fusibles…si no será que al final de todo...lo que se consigue con el abuso...no es más que atraer a las dificultades hacia nuestros niños…serias dificultades para que puedan concentrarse…serios escollos que no permiten que puedan disfrutar del momento…de ese AHORA que tanto predicamos…niños siempre preocupados por la siguiente actividad que se les echa encima…niños excesivamente programados, que terminan por aburrirse cuando no tienen a su lado a alguien que les gestione el tiempo…niños con un ámbito de decisión limitado…que podrán terminar por carecer de creatividad…la cuestión es si da exactamente igual que nuestros hijos tengan que sociabilizarse en entornos reglados y prescindir de hacerlo en escenarios libres como parques u otras zonas de juego diseñados para que den rienda suelta a su imaginación.

¿Son ellos los que quieren acudir a las famosas clases extraescolares? ¿Somos nosotros quienes necesitamos que lo hagan? ¿Somos los adultos quienes insistimos en someterlos a esa “formación cultural” para sus futuros?

La verdad te digo…que se me parte el alma al escuchar a niños de diez u once años decir “no me queda tiempo”…niños que seguro están siendo preparados para sus futuros…cuyos padres desean hijos exitosos…pero padres que quizás olvidan que jugar proporciona aprendizajes básicos para el desarrollo personal de sus retoños…aprendizajes relacionados directamente a la capacidad de crear e innovar y buscar soluciones por si mismos…habilidades imprescindibles también para esos futuros…habilidades relacionales y emocionales que facilitan una vida social sana. 

Las agendas apretadas en los niños parecen ser más la norma que la excepción. La creación de “chavales programados”, es decir, niños programados de manera productiva para los cuales hasta el último minuto de su tiempo está planificado está siendo hoy por hoy un grave problema, ya que en ciertos casos no se llega más que a arrebatarles la infancia  y pasar a tratarlos como si fueran adultos en miniatura.

Me gusta una frase de Rousseau que dice que “La infancia tiene su propia manera de ver, pensar y sentir, no hay nada más estúpido que intentar sustituirla por la nuestra.” Los niños deben vivir una vida de niños, en vez de considerarlos en todo momento como parte de un plan maestro para diseñarles el futuro. La vida no es un ensayo…¡la vida ya ha empezado!

No es fácil…lo sé…no es fácil educar a los niños en el siglo XXI…donde sobran consejos sobre como hacerlo. Quizás bastaría con tres pautas antes de “realizar el plan anual” para ellos.

Primero reflexión…para preguntarnos el por qué…el por qué necesitamos apuntar a los chicos en diferentes actividades, para saber si verdaderamente a ellos les gusta el dibujo, la música, el baile o el deporte…preguntarnos si no será que nos sentimos presionados por los demás, por seguir la ola que domina…si no será que lo que queremos es ser arquitectos de sus mentes…si no vamos a estar mucho más contentos si disponemos de tiempo libre para pasarlo juntos sin seguir un horario.

Segundo resistencia…para no hacer caso al “cuanto más deprisa mejor”…resistencia porque jugar también permite a nuestros niños aprender. ¡Vaya si lo hace!

Tercero reubicación…reubícate tú para poder participar en situaciones de juego y relación con tu hijo…porque así lo verás en acción, porque así te convertirás en un padre más sensible y receptivo.

Sería más que deseable ajustar la velocidad al momento y a la persona…ya que el tiempo no puede colonizar nuestras vidas…sino que hay que devolverlo a los niños y niñas, para que pueda ser vivido plenamente y para que sea un tiempo plenamente educativo.

Por otra parte…si la vida no nos permite cada día jugar, bailar, vivir…habrá que cambiar algo ¿no te parece?

Mientras tanto...

que a nadie le falte el aire...


lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Rutinas o rituales?


Dicen que la vida consiste en una serie de actos repetidos. Si grabáramos nuestro funcionamiento de cada día que pasa, como si de una película se tratara…bien podríamos observar que nos puede resultar hasta difícil diferenciar unos días de otros. Nos levantamos, nos aseamos, nos vestimos, desayunamos, arreamos con los niños, vamos a los lugares de trabajo, comemos, puede que nos volvamos a desplazar a nuestra empresa, volvemos a casa, hacemos la compra, preparamos la cena, cenamos y nos vamos a dormir…y esto cada día. Tal vez suceda que...cualquier imprevisto que nos cambie la repetición de nuestras acciones…provoque un caos que nos saca de quicio…ya que a veces parece que quisiéramos controlar hasta el propio control. Bien es cierto que nadie nace con una rutina establecida…sino que vamos moldeando continuamente nuestra forma de actuar en base a nuestras necesidades y las diferentes circunstancias que nos acompañan.

No te digo que la rutina sea mala ni me refiero a que no debamos sujetarnos a ella…si lo que queremos es hacer que la vida diaria sea algo más controlable. Lo que ya no suena tan divertido es que nos convirtamos en seres mecánicos y hagamos las cosas sin ningún sentido, sin un ápice de afectividad…en definitiva sin corazón. 

Hay quien dice que odia las rutinas, que hacen que sus días parezcan iguales y necesitan de variedad y estímulos para poner emoción en sus vidas, un punto de aventura descontrolada que abre paso a la incertidumbre, afrontando riesgos…una sensación que provoca un cosquilleo con un punto de miedo o en algunos casos una pizca de placer. Los hay también que tras un período de descanso…no hacen más que aplaudir la vuelta a la rutina. Pareciera que esta misma rutina les diera seguridad, cuando ven que todo sigue en su lugar y que pueden anticipar lo que vendrá después…que cada paso que dan abre camino al siguiente…que ya está planificado con anterioridad…elementos predecibles del día a día que les resultan cómodos…rutinas estructuradas…costumbres que aunque para Shakespeare sean “monstruos que reducen polvo hasta los mejores sentimientos” hacen que la vida adquiera un tono más relajado. Los niños necesitan de estas rutinas o costumbres…el sentirse descolocados les hace sentir que están desnudos ante una manada de lobos y acentúa sus miedos. Ellos necesitan saber que su día a día está más o menos controlado…necesitan saber si van a comer en el colegio o deben ir a casa de vuelta…necesitan saber quien irá a buscarlos a la escuela cuando la jornada termine…necesitan una estabilidad para no sentirse ansiosos.

Dice Barbara Biziou, autora del libro “The Joy of Ritual”, que la mayoría de nuestras rutinas diarias son rituales inconscientes y los llevamos a cabo sin pensar en su significado. Lo que pensé al leer estas palabras fue si realmente un abrazo por la mañana o una despedida o incluso un beso a uno de nuestros hijos cuando entra en el aula...se podría categorizar como un acto inconsciente, por el efecto que producen las prisas con las que nos movemos y a partir de aquel momento…me prometí a mí misma que cada uno de estos rituales de conexión…tan impregnados de amor…jamás fuera un acto que careciera de consciencia…jamás fuera algo mecánico…sino que trataría siempre de dotar de sentido al mundo que me rodea, por mucha aceleración que me pidan las circunstancias.

Me gustó mucho leer la diferencia que hace Catherine L´Ecuyer en su libro “Educar en el asombro". Ella indica que el elemento diferencial clave entre la rutina que aliena al niño y el ritual que le hace tanta ilusión es la humanización del acto…es decir…El ritual es la rutina, pero humanizada. 

        "  - ¿Qué es un ritual?
          - Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora                 de las otras horas."
                                                            El zorro al principito

Deseo rutinas y al mismo tiempo deseo rituales para convertir los momentos más mundanos en momentos de conexión y cercanía, y así lo deseo para ti…para los que te rodean…para tus hijos y los míos...para todos los niños del mundo…porque son ellos quienes pasean por la vida…son ellos quienes consiguen que el tiempo casi pase desapercibido para ellos.

Si bien te he dicho antes que creo firmemente que las rutinas nos ayudarán a hacer de la vida diaria algo más controlable y contenido, el ritual logrará imbuir lo mundano con un elemento de magia. Todos los rituales tienen un propósito…hasta acostarse tiene el propósito de relajarse; leer un cuento a nuestros hijos tiene el propósito de conectarnos con ellos…además de otros aspectos emocionales que podemos reforzar…regalando un pequeño instante de ternura, un breve espacio de tiempo indescriptible de unión con nuestros hijos…que no tiene precio.

Al fin y al cabo son los detalles, los pequeños gestos, la sensibilidad extremada lo que educa y hace crecer.
Me quedo con una reflexión sobre rutinas y rituales de Alfredo Hoyuelos, que habla en un breve artículo titulado “Buenas ideas: La pedagogía del moco” y publicado en la revista Infancia, que se pueden limpiar los mocos a un niño de diversas maneras. Sabemos que el niño se sentirá más a gusto con la nariz limpia…pero ¿cómo lo hacemos? Pienso que en ciertas ocasiones puede que haya algo de inconsciencia en las maneras…cuando invadimos la pequeña nariz del niño y sin pedirle permiso atacamos con un pañuelo ejerciendo una fuerza excesiva. Hagámoslo con un adulto y veamos qué pasa. ¡Ahhh...eso no! No nos atreveríamos ni siquiera a pensarlo. Tomemos el acto de quitar los mocos entonces, en forma de ritual…explicándole lo que vamos a hacer…pidiéndole permiso…poniéndonos a su altura…mirándole a los ojos…mostrándole el pañuelo…regalándole una sonrisa. Y veremos que es muy distinto a pillarlo desprevenido. La diferencia quizá resida en que convirtiendo este acto en ritual…estamos poniendo nuestra alma en ese pañuelo que estamos usando.

Conservemos por lo tanto las rutinas…pero convirtamos aquellas que lo requieran en rituales humanizadores, con pequeños gestos de amor, con respeto y con el corazón. Puede que un equilibrio entre ritual y rutina sea un balance esencial de la vida.


Permíteme que ponga el broche a este escrito con una frase de Mario Benedetti…que dice que “El amor no es una repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida."

jueves, 10 de septiembre de 2015

Lo que esperas de mi


Hace ya un par de meses que escuché una conversación entre dos chicas…muy jóvenes…que acababan de terminar su preparación como docentes. Chocaban sus manos jubilosas mientras decían en voz alta…¡por fin somos maestras! Me alegré sinceramente por ellas…las había tenido en mi aula años atrás cuando eran niñas…las conocía…y bien sé que podrán ejercer la docencia si tienen claro lo que los padres esperamos de ellas, confió y deseo en que lo harán bien, en que su ilusión no se apague y luchen cada día para regalar la mejor versión de sí mismas a quien todo lo merece por nuestra parte…los niños.

Llegó el momento de volver…volver al colegio, volver a retomar lo que dejamos antes del período estival o…comenzar nuevos proyectos que nos mantienen vivos, por el entusiasmo que producen en nosotros. El parón ha sido largo, sé que has hecho un gran esfuerzo. Tenías que trabajar mientras ellos, nuestros queridos niños, se quedaban en casa de vacaciones. También habrás podido disfrutar quizás de unas merecidas vacaciones con ellos. Si así ha sido, espero que hayan sido fabulosas…maravillosas y reparadoras. Pero toca volver, volver a engancharnos con la tarea…en mi caso en el aula. Seguro que sabes ya qué profesor o profesores van a acompañar a tu hijo en su curso escolar y si no lo sabes…estarás deseando conocer al educador que trabajará junto a él…para conducirlo a la mejora, para optimizar sus capacidades, para ampliar horizontes. Ojalá sea así, ojalá eche toda la carne en el asador para enseñar en pos de conseguir avances en todos y cada uno de los niños que diariamente acuden a la escuela, ojalá cuentes con el apoyo de quien cree firmemente que educar es una aventura con un final feliz, ojalá entrar en un aula no deje de ser una experiencia única para quien deba caminar junto a ese niño que tienes en casa…a la espera de comenzar su curso escolar.

Y hoy más que nunca quisiera decirte que...

          …creo saber lo que TÚ PAPA o TÚ MAMÁ…esperas de mi…o de alguien que como yo ejerza la labor docente.

Dime si en algo me equivoco…pero creo que te gustará que tu hijo esté en manos de una persona SENSIBLE
...que utilice sus ojos para mirar el rostro de tu hijo pero también su corazón...
...que afine sus oídos para atender todos y cada uno de los sonidos que lo rodean…desde una petición de ayuda, hasta un silencio que a calladas puede comunicarlo todo...
...que utilice el gusto para catar cualquier sabor que tenga la oportunidad de probar. Habrá de todo…sensaciones dulces o amargas pero tú quieres a alguien…que sepa reaccionar ante cualquier situación y que lo haga pensando en lo mejor para tu retoño...
...que lo olfatee todo con su nariz…que no se le escape ninguna fragancia que pueda percibir...
...que se defina a si mismo como una persona con tacto…que cobije y abrace a tu hijo…así como a todos sus compañeros.

No es cuestión de suerte…es cuestión de que tienes derecho, así como ellos lo tienen.

Pienso que también querrás un docente OBSTINADO…en términos de constancia y perseverancia, firme en sus decisiones…un ser humano capaz de actuar con criterio propio…un profesional de la enseñanza dedicado a la formación continua, que sepa que sus alumnos necesitan algo más que una pizarra y una lista de contenidos a engullir, un docente orgulloso de la profesión que ejerce, apasionado y amante de su hábitat…el aula.

Seguro que también esperas a alguien SOLIDARIO, con un sentido de la justicia intachable, capaz de atender todas las dificultades que se le presenten en su caminar, preparado para dar oportunidades constantemente, para alabar a los que progresan y alentar a los que más dificultades presentan…una persona disponible, colaboradora e implicada…en definitiva entregada. Alguien que no se olvida de que su aula está compuesta de muchas almas…diferentes entre sí…alguien que al mismo tiempo no olvide a ninguno de sus espectadores y que luche por dotar de significado su labor, para que todos sus niños se sientan cautivados y ninguno se pierda en el intento…alguien con deseo de que los niños se sientan motivados, que no etiquete ni se deje llevar por ningún prejuicio, que se esfuerce por igual con todos y cada uno de los niños y sepa que una sonrisa puede ser el comienzo de un gran día.

No dudo de que quieras que tu hijo sea acariciado por alguien que le ayude a ser la mejor versión de sí mismo, y todo eso porque necesita desarrollar su individualidad y personalidad para que en un futuro pueda valerse por sí mismo en la vida. Alguien que realmente eduque…pero con ganas, alguien que cuide hasta el mínimo detalle, que pueda sanar incluso algunos males…principalmente los que afectan al corazón, alguien que pueda quizás ser tu amigo, alguien que inspire…que tenga muy claro que no es indiferente su forma de navegar en la nave que lidera...

...alguien que despierte cada día con ganas de ser maestro.

Deseas un capitán de aula que sepa ver en la mirada de tu hijo...gotas de vida en manantiales de alegría…que aprecie cada talento impreso en cada uno de los pequeños individuos que dan sentido a su trabajo cada día…que se preocupe por bucear en el mundo interno de tu mayor ilusión…ese hijo que trajiste al mundo…que necesita saborear el goce del derecho de expresarse en libertad.

En verdad te digo que creo saberlo…creo saber que quieres que me de cuenta de que tengo que asegurarme que tu hijo desarrolle su autoestima y su conciencia del mundo, sus aspiraciones y sus valores personales, así como una gran seguridad en sí mismo como individuo, para que sea capaz de ver el papel positivo que desempeña a medida que emerge a la sociedad.

Qué es lo que voy a hacer…te preguntarás. Trabajaré para valorarlos más y más cada día…para valorar sus culturas y sus experiencias vitales, con la convicción más absoluta de que una talla única no es válida para todos. Ellos llegarán llenos de intereses atractivos y valiosos que quieren compartir y cultivar, experiencias que seguro les han fascinado…sobre todo en la época estival. Pienso que ellos tienen mucho que aportarme a mi también…y me encanta repetirme cada día que me levanto que no debo abandonar el aula sin llevarme algo que ellos me quieran regalar. Te prometo que lo guardaré en mi corazón de maestra y ser humano.

Dime si esperas algo más de mi como profesional de la enseñanza…dímelo…porque tú también tienes muchas cosas que espero de ti…

...PAPÁ…MAMÁ…feliz vuelta al cole.




lunes, 3 de agosto de 2015

Elegancia Emocional


El fin de semana ha sido intenso…hay que decir adiós a algunas de las personas que nos rodean, por un tiempo…a familiares, amigos, al hogar o a los vecinos…una semana, quince días, un mes de ausencias...idas más que venidas…maletas a punto de reventar y unas ganas locas de marcharse a todo correr para aprovechar las vacaciones…eso para quien las pueda disfrutar, por fin. También quedan algunos que no tienen el privilegio…y otros que prefieren cualquier época del año a la estival para bajar las revoluciones y parar. Yo también me despido por unas semanas, me doy un descanso para renovar fuerzas…porque creo que hay que saber tomarse un respiro y oxigenarse de vez en cuando. Por lo tanto…antes de nada me queda deseados a todos lo mejor, tanto si estáis de vacaciones como si seguís trabajando…¡lo mejor para todos! Permitirme que os cuente una anécdota que me sucedió hace poco y me hizo pensar...

En una de esas tertulias con café y sabor a despedida escucho un comentario…y me pica tremendamente la curiosidad. Así que me dispongo a afinar bien mi oído…para seguir absorbiendo información…que proviene de una mujer…muy bien arreglada y vestida, impecablemente maquillada y que tiene a sus compañeros de mesa atentos a lo que ella explica con absoluto convencimiento. Habla del glamour…del resort donde se desplazará con su familia…que no es cualquier cosa…y que los obliga a tener que “dar la talla” y vestir a la última moda…y cuidar hasta el más mínimo detalle de su presencia para poder estar a la altura. Glamour…glamour…glamour…Reconozco que me he quedado con la palabrita en cuestión…Destinos con glamour, playas con glamour, celebrities con glamour…hasta se puede leer que existen “escuelas con glamour”.

Glamour o glamur…¿cómo la escribiría aquella mujer del café? Una palabra que pertenece a un anglicismo…que a su vez proviene de una voz francesa y que hace referencia a objetos y materiales que se ven extraordinarios y que sobresalen de su entorno…aquello que destila belleza y elegancia…el encanto sensual que fascina…asociado habitualmente al lujo y refinamiento…atractivo, hechizo y fascinación. Quizás el glamour sea una característica que otorgamos a aquellos seres humanos que despiertan en nosotros cierto nivel de atracción…una característica adquirida de manera externa…obsequiada por los demás. Nada que ver con la elegancia que...según Honorè de Balzac no consiste en el traje, sino en el modo de llevarlo. Coco Chanel, maestra aparente del glamour, nos dice que…la simplicidad es la clave de la verdadera elegancia…virtud interna…una mezcla de distinción, naturalidad, esmero, sencillez y color. Por lo tanto...los demás no pueden hacerme elegante…la elegancia no entiende de dinero, no se desvanece…el estilo y la elegancia no se compran…es la forma en la que actuamos, nos movemos y hablamos…es espontaneidad, ser genuino, es algo que jamás se pasa de moda, ni entiende de pasarelas…consiste como dice Giorgio Armani en ser recordado…la elegancia emocional está en la actitud.

Pero…¿qué es ser elegante en términos emocionales? ¿cómo se muestra esa clase, ese estilo innato que nace desde adentro? Elegante viene del latín “elegiré”, elegir, cualidad que los humanos poseemos. Pero…¿elegimos siempre “lo mejor”? ¿Vivimos para elegir o elegimos para vivir? O…¿elegimos vivir?

Entiendo que...

ser elegante es no dejarse dominar por la envidia…que a su vez es un hambre espiritual que muerde y no come…que muestra lo infelices que nos sentimos y el exceso de atención que llegamos a prestar a lo que hacen o dejan de hacer los demás…uno de los peores males de nuestra sociedad…que no nos deja vivir ni en paz, ni en armonía con nosotros mismos ni con quienes nos rodean...

ser elegante es no depender de la aprobación de los demás, es no necesitarla porque somos capaces de mirarnos al espejo y decir en voz alta…”tú vales porque tú lo dices”…es darte a valer como ser humano por lo que eres…no por lo que tienes…es entender que curiosamente cuanto más se ES más se TIENE y que no debemos esforzarnos por gustar a los demás, si antes no nos hemos decidido a gustarnos a nosotros mismos…además, tampoco tenemos que gustar a todo el mundo...

ser elegante es poder explicar a algún hijo que en verano no podrá ir al extranjero como todos sus amigos a estudiar Inglés porque la economía familiar está atravesando un mal momento…y ayudar a ese hijo a comprender que no debe sentirse inferior a los demás…ser elegante es ser conocedor de las propias limitaciones…físicas, económicas o intelectuales y aceptarlas…aceptar en medio de la desnudez de la sinceridad que a veces las cosas no son como se esperaban…porque la felicidad no va de la mano con la posesión ni la adquisición de valores materiales…

...ser elegante es no importarte si las sandalias que usas son del año anterior…o las botas que vas a usar en invierno llevan una puntera pasada de moda…es saber que no necesitas llenar el armario para quererte a ti mismo…ni necesitas que te miren con admiración por llevar un último diseño…porque hasta la misma moda se pasa de moda…y curiosamente de todo lo que llevamos puesto lo único que no caduca ni se pasa de moda es la sonrisa que irradiamos cuando somos capaces de ser agradecidos por todo lo que ya poseemos...

ser elegante es luchar por tus ideales y valores…respetando los ideales de los demás…construyendo puentes de entendimiento con la raza humana…conociéndonos y comprendiéndonos para poder así conocer y comprender a los demás, cuidando al mismo nuestras relaciones para regar de calidad nuestra vida, luchando por transmitir y comunicar…abrazando la diversidad de opinión…y no deseando sacar ventaja sobre los demás

ser elegante es saber que pocas cosas son perennes y algunas caducas…que presenciar principios y finales es parte de la vida, que todo día empieza y acaba y nos enseña que ya no se puede volver a recuperar si no se ha sabido aprovechar al máximo…es no agarrarnos a clavos ardiendo para poder sobrevivir, sino seguir caminando hasta desgastarnos las suelas de las zapatillas…porque agarrarse es quedarse inmovilizado y condenarse a no avanzar ni para dentro ni para afuera...

ser elegante es atreverse a vivir y desquitarse de barreras y muros que a veces existen en nuestra imaginación…es morder la vida y saborearla…es arriesgarse a decidir y buscar sentido a los latidos del corazón, ya que uno no muere cuando su músculo motor deja de latir, sino cuando los latidos ya no encuentran el sentido de la vida…es hacer lo que debemos hacer, buscando siempre el equilibrio y la armonía…es saber que muchas veces, lo mejor en la vida no se planea…sino que sucede...

...ser elegante es esperar una puesta de sol en la playa…con los pies hundidos en la arena…y disfrutar de ella como si fuera el manjar más exquisito…respirar y dar las gracias por tener la oportunidad de poder ser testigos de semejante espectáculo natural que no entiende de entradas bajo pago...

…y un sin fin de cosas más que podríamos añadir a esta lista que seguro podéis engrosar buscando esa elegancia que lleváis dentro…porque sinceramente creo...que

ahí está en algún recoveco...la capacidad genuina que todos poseemos para ser elegantes en la vida.


lunes, 27 de julio de 2015

La dosis justa


Silvia se levantó soñando con el desayuno que iba a tomarse aquella mañana fuera de su casa. Despediría amorosamente a su marido y llevaría a los niños a la escuela…pero de vuelta se detendría en aquel bar tan coqueto que tanto le gustaba. La verdad era que hacía tiempo no se había hecho un homenaje a sí misma…vivía envuelta en lo que creía su única responsabilidad…su casa y su familia…olvidándose a veces de que el mejor tiempo que podía invertir era el que de manera esporádica invertía en sí misma. Pero aquella mañana se levantó con un propósito firme…el de recuperar rituales vitales para ella…como aquello que estaba a punto de hacer. 

Estacionó su vehículo en la puerta del bar…sintiendo las cosquillas en su vientre que hacía tiempo que no daban señales de vida y se dirigió con paso firme al interior del que iba a ser su refugio puntual…el lugar que iba a abrigarla por unos instantes mientras se olvidaba por un rato de que las obligaciones la esperaban a su vuelta. Podrían esperar un rato más.

Se acercó a la barra, con una sonrisa que adornaba su rostro y marcaba la melodía de su ritmo cardiaco…un poco acelerado…por la emoción que brotaba por todos los poros de su piel. Aquel camarero que le atendía era nuevo…no lo conocía…pero tenía un rostro muy agradable que le causaba muy buenas vibraciones. Silvia pidió su café y una tostada con mermelada que saborearía como si jamás hubiera probado semejante manjar. Lo haría lentamente…sin mirar al reloj…y estaba dispuesta a disfrutar el parón del tiempo para que su mundo se concentrara en aquel desayuno que tanto había echado de menos. No iba a dejar que las manecillas del reloj le cortaran la respiración una vez más…esta vez ella retomaba el control.

El camarero le dijo entonces con un rostro que comunicaba un “lo siento”…que no le quedaba más pan para hacer aquella tostada que le había pedido…y que podía elegir cualquier otra cosa para acompañar su café. La barra estaba adornada por diversos dulces que bien podrían hacer las delicias de cualquiera, pero...Silvia no quiso tomar nada para comer…aún con la tostada que había visualizado en su mente y que lamentablemente no iba a poder probar...no se tragó su sonrisa…a pesar de que sentía un halo de frustración por no poder realizar su hazaña al completo. “No importa” le dijo al chico joven que esperaba su respuesta…un ”no importa” que danzaba con una sonrisa sincera bañada de la amabilidad más generosa que brotó de su corazón…”así vengo otro día para hacer mi desayuno completo” pensó para sí misma. El joven curvó sus labios para sonreír a su cliente y con una naturalidad y espontaneidad que embelesó a Silvia le pidió que esperara un rato…que volvía enseguida. Ella se quedó sentada en un taburete de color azul e hizo lo que el barman le había sugerido…hasta su entrada en el local…con una bolsa de pan de molde en su mano…y dirigiéndose a aquella mujer de sonrisa eterna…le dijo que “ya tenía pan para las tostadas” mientras le guiñó un ojo que reflejaba mucha complicidad.

Silvia me contó su aventura con asombro…no entendió por qué aquel chico salió de la barra y fue a comprar pan para preparar su tostada…aunque lo agradeció con el alma.

Al otro lado del mapa y con unas horas de diferencia…Eva sintió que se había cansado de soportar el trato insufrible de un hombre que no conocía el significado de la palabra afecto. Se hartó de tragarse sus lágrimas en silencio y repetirse a sí misma que aquella situación cambiaría si ella se mantenía serena y relajada…y alzó su mano con la espada en alto para cortar definitivamente los gritos y empujones morados que la habían acompañado los últimos años…y lo hizo con gran decisión. Le costó mucho esfuerzo ejecutar aquel movimiento…siempre le habían enseñado que su humanidad solamente reluciría si se mostraba sumisa ante la vida y dejaba que filtraran en su interior las furias atroces de quien se disfrazaba de verdugo para desahogar su sed de venganza contra la mezquina vida que le había tocado vivir, una vida de golpes y tambores de guerra. No obstante, Eva, en un último intento por escapar del horror...aprendió por cuenta propia que la justicia lleva una venda en los ojos pero la espada en la mano y que siempre debía recordar regirse por el principio de que debía luchar contra cualquiera que quisiera obligarla a torcerse. No estaba dispuesta a partirse con cualquier viento desfavorable. Su marido no lo entendió…pero ella se mantuvo firme en aquella decisión lentamente cocinada...que manaba desde sus entrañas para chocar de frente con el rostro maltratador que la había convertido en esclava de la vida…o un débil latido de vida que...rogaba ser fortalecido con un aporte de sangre oxigenado. Nadie sino ella misma podía ayudarla a ponerse de pie y lo hizo con coraje y valentía.

No supo explicarme cómo lo consiguió…pero pensaba que la frase “no quiero hablar ya más contigo” que repitió sin cesar ante su inquisidor había hecho posible al final que la fiera escapara para no volver. Había liberado los ruidos ahogados en su propio silencio…sus propios ruidos internos que no había querido escuchar cuando comenzaron a bailar en su interior…pero que no cesaban de golpear su conciencia. Le había faltado voluntad para comenzar su particular batalla…aquella que le conduciría a la victoria.

Los relatos de ambas llegaron a mi vida y me hicieron pensar. Silvia y Eva tenían muchas cosas en común…ya que las dos habían sido conscientes de sus sentimientos…y supieron orientar su particular acción hacia el logro de un objetivo. Las dos supieron tratar de forma efectiva con sus parejas de experiencialas dos supieron comunicarse con eficacia. Quizás lo único que me quedó por analizar fue si se habían quedado solamente en ser eficaces y consiguieron lo que se habían propuesto…o si habían sido eficientes y habían conseguido sus objetivos al precio justo…o más bien si habían sido incluso elegantes y habían alcanzado su propósito en armonía con la coyuntura. Silvia había puesto amabilidad en una situación que no era de mucha gravedad…y puede que su actitud hiciera que el chico del bar se decidiera a complacerla. Eva puso algo de hostilidad y agresividad para girar la ruleta en busca de un nuevo rumbo.

¿Alguna de las dos lo hizo de manera incorrecta?

Seguro que no tienes ninguna duda respecto a Silvia...que en su proceder puso delicadeza, cordialidad y empatía…con un punto importante de cortesía. Pero…¿qué hay de Eva? ¿Acaso crees que ella no puede poner los mismos ingredientes que Silvia en cualquier otra situación de su viaje personal? Quizás ella necesitaba ese punto de rabia en aquel momento puntual de su vida…y ¿por qué no decirlo? también un toque de agresividad para desbloquear el yugo que la mantenía doblada y que hacía que se torciera cada vez más…mostrándose débil ante el mundo particular de su calvario. Todos necesitamos un fuerza interior para enderezar situaciones insostenibles. ¿Se te ocurre alguna otra manera de proceder para no terminar derrumbado? Puede que la inactividad continuada de Eva…no hiciera más que empeorar las cosas para ella…pero también para “aquel hombre” que se había convertido en su brutal enemigo. Omitir hacer lo que debía hacer hubiera sido quizás mayor pecado que mostrar la rabia contenida y reventar para gritar un “basta ya” que terminó por poner un punto y final a una relación insana. Al fin y al cabo…la enfermedad empieza en el alma…y si sabemos escuchar su lamento…puede que podamos sanar.

No es la primera vez que lo escribo…eso de que “el veneno no existe, sino la dosis” y eso es lo que debemos poner en su justa medida…una justa dosis de rabia o una dosis justa de amabilidad…porque también existe de esa que no es gratuita y busca comprar a los demás que dejándose cautivar por una amabilidad disfrazada…terminan sintiendo que deben pagar a quien fue amable con ellos alguna vez. Dualidad…demonios aparentes y luz blanca…fuerzas opuestas…absolutamente necesarias para la armonía universal.
 


Poner la dosis justa…de cada cosa no es malo...quizás el problema sea decidir qué es lo que significa la palabra justo. Podría ser que lo justo para ambos, para ti y para mi…sea lo que es bueno para los dos…lo correcto. Buscarlo...para encontrarlo...es parte de la actividad que debe ocuparnos mientras vamos haciendo camino.